domingo, 8 de julio de 2012

En el desencuentro

      Lugar de ensueño, entre aguas cristalinas la tierra se adentra,
como reclamando el lugar. En sentido contrario elevaciones muestran
fecundos olivares, la paz de ellos se enfrenta con las tempestades del
mar. La ciudad es huella de muchas civilizaciones, ya en aquellos años
se mostraba como lugar místico y de encuentro de dioses. Aún palpita
en sus callejuelas empedradas la injusta historia y si bien nacida allí su
cuerpo no lo está.
      Cerrando los ojos, se observa que su caminar es cadencioso,
firme, decidido; su Señor le acompaña y ella no es ajena a esta
experiencia. Apenas veintisiete años, plena juventud camina hacia la
tortura y la muerte. Los déspotas creyeron que sacrificándola el mundo
vería que es contraproducente pensar distinto que ellos, pero los tiempos
demostraron que no. Ellos se recuerdan cuando se desempolva un libro
de historia. A ella recurren los creyentes.
       ¿Qué enamorado era ese que quiso su muerte?
       Fue educada cristianamente en una familia de buen pasar. Niña
de pocos años queda huérfana de padre y en la juventud su madre la
compromete en matrimonio. Ésta muy enferma se cura milagrosamente
y el momento es aprovechado por Lucía para anunciarle que no se podrá
casar pues ella ha consagrado su virginidad a Dios y le ruega comenzar
a ayudar a los pobres. La madre accede, ante la incrédula mirada de los
ciudadanos.
       El pretendiente herido en su masculinidad, desconociendo la
libertad que brinda el amor, le acusa de ser cristiana ante el procónsul
del lugar. Apresada, es llevada ante el juez y aquel, ciego de ira por el
despecho de haber sido rechazado sigue desde un rincón lo que supone
el fin del camino.
      Tiempos de Diocleciano. Juicio de por medio, obró la injusticia.
       Débiles los hombres creyeron poder que mediante tortura el
enamorado quedaría vengado, no fue así; arrancaron los ojos de la
acusada, la vista recuperó, alzada la espada anunció que muy pronto
los cristianos serían dejados en paz y que el poder del tirano no duraría.
      No se equivocó.
      Sus ojos siguen enamorando al mundo. Ellos son la expresión
suprema de una pasión por la verdad. No pudieron con ella, su visión
fue más allá. El único ciego el pretendiente.
      Otros tiempos… en la casa reinaba el silencio, en todas las
habitaciones había pequeños grupos que trataban de entender lo ocurrido,
era esperable pero nunca se piensa en vivir el momento. En el living
estaba ella, contenida, observada, en silencio. Su rostro tranquilo
acompañaba en silencio, a todos aquellos que se reunían acompañándola
en esa muda mansión.
       De pronto Rodolfo toma mi brazo:
      –¿Me acompañas?
      –Por supuesto.
      Llegamos junto a ella, permanecimos allí de pie, sin pronunciar
palabra. Pasados unos minutos, Rodolfo con sigilo:
      –Viste, está igualita.
      –Tenés razón.
     No pude expresar nada más. A espaldas nuestras se oyó:
      –Pobre Rodolfo, que apreciación si él está ciego.
     Al igual que Lucía aquel 13 de diciembre, Rodolfo un primero
de año veía más allá del órgano faltante. Los ciegos fueron los incrédulos
que no creyeron que ellos sin la capacidad de los ojos, si pudieron ver.
       Percibir, tener la esencia y el conocimiento del momento. Mirar desde
el alma.
       Me dije "Qué coincidencia en el desencuentro al fin del camino"

                                                                                      Inés Punschke 2012

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