jueves, 13 de septiembre de 2012

Carta de amor en Primavera

                                                                         Buenos Aires, febrero de 2000
         Querido Vinicius:
      
         Te extraño tanto, amor, que me duele pensar en vos. Mi corazón galopa con ímpetu al imaginar tu presencia cerca de mí. Como si los días no hubiesen sucedido a las noches, y las manecillas del reloj hubieran descansado de su labor monocorde puedo revivir el ritmo acelerado de tu corazón joven, la sencillez de tu contacto, el deseo amordazado. Tu voz viaja hasta mí, un leve soplo arremolina mi cabello y cerrando los ojos puedo experimentar el fulgor de tu mirada de azúcar negro.
A pesar de los años que han pasado todavía guardo en la memoria tu andar cómico sobre la arena caliente de la costa de Laguna. Tu sonrisa de dientes blancos y el acento simpático cuando hablabas español. Aún estás conmigo. Cómo me gustaría que esta carta llegara a tus manos. Busco tu imagen entre la gente. Cuando creo que nunca volveré a verte, un rostro me hace girar de improviso, para descubrir en un segundo cruel que no eres tú. El recuerdo de mi paraíso perdido flota en el éter, cuando quiero abrazarlo con la nostalgia, se deshace en lágrimas púrpuras.
Vinicius, mi amor pequeño, difícil olvidar tu nombre. Tu rostro lejano se difumina errático entre susurros marinos. Cuando partí de Brasil, una muerte pequeña eclipsó mi sonrisa, la borró atándola a tu recuerdo. Se me eriza la piel al rememorar tu cuerpo, las caricias tímidas de tus dieciocho años sobre mi cuerpo núbil. Con inocencia te llamo en voz queda con la ilusión de recobrarte, con el amor intacto de mis quince años. Si esta carta llega a tus manos y la pasión te trae a mi lado, serás luz en las tinieblas de mi vida monótona, seré como la luna brillando entre tus brazos.
Algunos caracoles en un frasco azulino traen resabios de mar calmo. El océano habita en su nácar virgen. Un par de sonrisas inocentes me saludan desde nuestra foto en la mesa de luz, dos cuerpos gráciles y anhelantes reposan en la arena de Laguna. Tu amor es como una golondrina fugaz que vuelve en cada primavera a poblar mi ser desolado. Es el fuego que se enciende frente a la pena y la nostalgia. Tus ojos abrigan mis noches gélidas para guiar mis pasos hacia tu boca de miel. He pensado tanto en ti en este último tiempo, que creo imposible que no me hayas recibido en tus sueños. Tus primeras cartas me trajeron, como en un espejismo, tu perfume de mar. Sin embargo, tus mensajes se han espaciado tanto... El día en que comprenda que ya no te tengo, rozará mi cuerpo herido un abismo aterrador. Entre el dolor y el desamparo navegará mi alma. Si llegara a experimentar en mi corazón joven el paso asesino de los meses sin noticias tuyas sabré que te he perdido para siempre. Moriré de a poco, como se apaga el resplandor de una candela en medio de la noche solitaria.
Te quiero con toda el alma.
                              Siempre tuya
                                                  Jazmine


Lourdes Massimino
Cuatro Estaciones para Enamorarse –Primavera¬