de los amantes comienza
con el aceite aromático de las caricias.
El placer de la exploración del amado y
la generosidad del don que se ofrece,
hacen de estas instancias previas,
momentos sublimes.
La naturaleza posee
los más exquisitos afrodisíacos.
El chocolate y los frutos secos conducen
con su vigor prodigioso
la senda hacia el clímax.
Cuando se alimenta el deseo
y la pasión se derrama
con el ímpetu de un torrente imprevisto,
la danza de los cuerpos corona el rito
que perpetua el amor sobre la faz de la tierra.
Luisa Malezian
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